Cuenta Paul Valéry, ayer lo citamos, una jugosa anécdota…  «En el Louvre, cierto día, recorría con Degas la galería principal. Nos paramos ante un importante lienzo de Rousseau que representa magníficamente una avenida de robles enormes.
Tras un rato de admiración señalé con qué minucia y qué paciencia había ejecutado el pintor, sin perder nada del efecto de las masas de follaje, un detalle infinito, o producido la ilusión del mismo lo suficiente para hacer pensar en una labor infinita.
—Es soberbio, dije, pero qué aburrimiento hacer todas esas hojas… tiene que ser un fastidio terrible…
—Calla, me dijo Degas, si no fuera aburrido no sería divertido.
El hecho es que ya casi nadie se divierte de manera tan laboriosa, y yo no había hecho más que traducir ingenuamente la creciente repugnancia de los hombres hacia cualquier trabajo de cadencia monótona, o que deba realizarse con acciones no muy distintas repetidas durante mucho tiempo. La máquina ha acabado con la paciencia». 

CONTINUA…

Bookmark and Share

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *