Estas fotos, como casi todo lo bueno que se ha fotografiado en el Castillo de Loarre, las hizo Antonio García Omedes, que sigue investigando y promocionando nuestro Loarre, con el texto que sigue, en la revista número 23 de los Amigos del Castillo de Loarre:

El Castillo de Loarre es el “paraíso de las escaleras”. Las hay de todo tipo, función y material, aunque faltan muchas de las que se hicieron en madera y no han llegado hasta nosotros.

Es lógico, porque si pensamos en dónde se atrevieron a edificar el edificio soldados y monjes, esos peldaños eran necesarios incluso antes de imaginar los atrevidos planos en el aire.

El castillo primitivo las necesitaba. Es evidente. Luego Sancho Ramírez, el Gran Rey, se atreve a encajar un monasterio dentro de una fortaleza. Arriesgado. Atrevido. Innovador.

Suele pasar desapercibido un modo de funcionar dentro del recinto: Los pasos y las escaleras permitieron una doble circulación para que ambos estamentos (orantes y pugnantes) no interfiriesen entre si. La comunidad canónica agustiniana debía de acudir a la iglesia no menos de media docena de veces al día y esa circunstancia hizo precisa una comunicación directa entre zonas, las monásticas y el templo. Y además a resguardo de las inclemencias del tiempo.

Pasos intermedios, escaleras, puerta de los canónigos en el lado norte de la nave, son los elementos formales que recuerdan esta necesidad monástica.

Piensa en ello la próxima vez que estas escaleras (cada año que pasa me parecen más) te conduzcan, jadeante, a todos los rincones del castillo.

Para subir y bajar, para decorar, pero sobre todo para unir
Damos un primer paso y vemos la luz
No hay que ver toda la escalera para llegar
conectando espacios
la entrada principal desde el interior
Subieron durante mil años y siguen nuevas.

 

 

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