SENTI-MENTAL. Con el jefe sólo cerebral puede resultar inhumano trabajar y con el puramente afectivo el fracaso empresarial está asegurado. De ahí la idoneidad de la inteligencia emocional que integra senti y mental. Según Dietrich von Hildebrand (El corazón), «el tullido afectivamente hablando, al igual que el hombre que carece por completo de una verdadera afectividad, nunca es, en el fondo, verdaderamente objetivo. Al no responder con su corazón a la situación objetiva en aquellos casos en los que están en juego valores que requieren una respuesta afectiva, no es en absoluto objetivo». Lo diré claramente, el buen jefe quiere a su gente. Es la única manera de que en una empresa exista relación entre personas y no una mera cohabitación laboral de individuos.
SERENO. Como la serenidad y la moderación forjan la personalidad, el atolondramiento del jefe consigue poner en ebullición al más templado. Para Jacques Leclercq, «una de las primeras condiciones de un buen gobierno es la de tener gobernantes con el espíritu ágil, el alma serena y el corazón en paz. ¿Cómo queréis que funcione el mundo con todos esos hipertensos frenéticos?». De acuerdo, no hay que confundir urgencia con ansiedad.
SERVIDOR. Palabras como administrar y ministro proceden del latín ministrare (servir). Cabe concluir que quien no dirige para servir no sirve para dirigir. De hecho, el mejor jefe trata de elevar a sus colaboradores, en vez de utilizarlos de peldaños para su escalada. Además, es consciente de que su éxito está en manos de quienes trabajan para él o ella.
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