PRUDENTE. Del latín (procul videre), prudente es que ve más allá: el que detecta el origen de los problemas y calibra las consecuencias de las soluciones. En cuanto a las personas, prevé la proyección de sus colaboradores y se adelanta o, al menos, reacciona a tiempo ante lo que ellos esperan, sienten y expresan.
TRABAJADOR. Entre las reacciones a mis artículos en HERALDO DE ARAGÓN recibí el comentario de un ejecutivo que, con razón y elegancia, me proponía reconsiderar mi distinción entre directivos y trabajadores como categorías excluyentes. Cierto, los jefes también trabajan y mucho, salvo excepciones.
ACCESIBLE. Cierto alcalde estadounidense, defensor de la política de «puertas abiertas» (dichos) y harto de las trabas (hechos) que los ciudadanos encontraban para acceder a sus representantes, actuó con energía: arrancó la puerta de su despacho. Sus ayudantes captaron el mensaje. Si no, podría repetirse lo que sucedió a un profesional que nunca había hablado personalmente con su jefe superior, que, por supuesto, repetía sólo como metáfora lo de las «puertas abiertas». La única vez que solicitó audiencia con él consiguió hora para tres días después. Todo para comunicar a su jefe que se iba de la empresa. Los directivos prudentes saben que en este punto lo importante no es llegar, sino hacerlo a tiempo.
Es evidente que, para ser ideal, el jefe requiere más cualidades de las aquí descritas: competente, amable, exigente, discreto, coherente, simpático, humilde, expeditivo… Humano.
Enrique Sueiro, 13 de junio de 2004 en Heraldo de Aragón Bookmark and Share

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